Herencia de Jehová son los hijos
"Usted está embarazada". Esas palabras siempre hacen surgir tantas emociones. ¡¡¡Gozo, felicidad, alivio, maravilla, preocupación, temor, ira, frustración, etc., etc., etc.!!! Todo dependerá de las circunstancias por las que estés atravesando en ese momento de tu vida cuando te dan esa noticia. Como madre joven, me llené de gozo absoluto cuando me dieron el diagnóstico: ¡que iba a ser mamá! Habíamos estado tratando de quedar embarazados ya por algún tiempo, de manera que cuando por fin sucedió, estábamos más que felices.
Y me encantó estar embarazada. Fue una época llena de maravillas y de asombro. Si, padecí algunas náuseas matutinas, y el cansancio siempre presente mientras mi familia iba creciendo, ¡pero la intensidad de la experiencia fue maravillosa! ¡Quiero decir, llevar dentro de mi cuerpo a otra vida! Sentir todos los movimientos, las pataditas, hipos, ¡y aun los golpecitos! Hasta que finalmente, en ese último noveno mes, cuando ya se me hizo imposible moverme, o dormir, ¡supe que ya no le era posible a ese pequeño ser permanecer ahí adentro ni yo quería que siguiera ahí tampoco! Y por mucho que hubiera disfrutado de estar embarazada, había llegado el momento de tener en mis brazos a ese pequeño y amado ser.
Fui muy, pero muy bendecida. Estaba casada con el padre de mis hijos. Tuve embarazos muy fáciles (los partos no fueron nada fáciles, pero tampoco hubo complicaciones), mis tres hijos nacieron y fueron muy saludables y nunca tuve un aborto. Pero después del nacimiento de tres saludables y adorados nietos, recientemente perdimos a uno de ellos antes de nacer.
Supimos del embarazo solo unas cuantas semanas. Cuando nuestra nuera tenía 8 semanas de embarazo acudió al médico para una revisión de rutina. Durante el ultrasonido descubrieron que, aunque el bebé había seguido creciendo a un ritmo y tamaño normales, sorprendentemente no había latidos cardiacos. Las siguientes 24 horas se convirtieron en un torbellino de actividad y emociones. Los médicos querían programar una remoción quirúrgica de inmediato, pero todos nosotros odiábamos la finalidad de una cirugía de esa clase. Aunque los doctores intentaron asegurarnos que no había margen de error posible, nuestro hijo y su esposa, sus hermanos y cada uno de los abuelos paternos y maternos queríamos una confirmación. Finalmente, su médico estuvo de acuerdo en practicar un nuevo ultrasonido justo antes de llevar a cabo la cirugía. Aunque los resultados fueron los mismos, pues no se advertía ningún tipo de movimiento físico en él bebe, ni tampoco se percibió ningún latido cardiaco, nos sentimos muy agradecidos de estar absolutamente seguros de que no estábamos terminando con una vida.
Mientras he ido procesando la pérdida de mi nieto, me he sentido sorprendida del gran apego que llegué a sentir por este pequeño. Nunca nos conocimos. De hecho, solamente supe de su existencia por un breve periodo de tiempo, pero ya me había estado preparando mentalmente para su llegada. Me había imaginado cómo reaccionaría la hija mayor de mi hijo al tener un hermanito menor. Habíamos especulado sobre si sería un niño o una niña, y bromeamos acerca de lo feliz que sería el abuelo de nuestro hijo si era un varoncito "que perpetuara el apellido de la familia". Tantas alegrías por un ser tan pequeño en tan corto tiempo. Y ahora esa pequeña vida se había ido. En lugar de eso, las lágrimas llenan mis ojos mientras escribo esto. Las palabras de mi nuera hacen eco en mi mente mientras me dice: "Estoy triste. Pero estoy feliz de saber que el primer rostro que mi bebé pudiera ver es el rostro de Jesús". Su fe se ha fortalecido a través de esta tragedia.
Nuestra pérdida me ha hecho recordar la experiencia de una amiga muy cercana que hace unos años sufrió cuando su hija decidió terminar con su embarazo. Hubiera sido el primer nieto de mi amiga. Ni siquiera estaba enterada del embarazo sino hasta que el aborto ocurrió, pero aun así sufrió por la pérdida de la vida de ese nieto que no podría nunca cargar en sus brazos. La decisión de su hija no fue solamente de ella. Le robó a mi amiga la oportunidad de conocer y amar a su nieto. Mis creencias y la experiencia que tengo me muestran que los niños son una bendición de Dios. ¿Cómo podemos pensar algo diferente a esto acerca de un bebé no nacido? Siempre he amado las enseñanzas del Salmo 127:3-5 y creo que eso concluye muy bien con lo que he estado diciendo:
He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta.