Cuidar de ti misma no te dará satisfacción
Vacía, sin energía, rendida. Eso es, en resumen, la maternidad, al menos para mí, en este punto de mi vida. Los niñitos lloran por pesadillas, los bebés lloran porque piden leche. Mi esposo se va antes que la luz del sol atraviese la ventana. Otro día comienza y yo pienso en la taza de café caliente que me prepararé en cuanto me levante y tome a mi hijo de la cuna. Preparo la taza de café y me atraganto antes de que se enfríe, antes tengo que cambiar pañales, prepara el desayuno, hacer las camas, darle la morderá a mi hijo, jugar con mi hija que me dice: "Mamá ven, ven aquí siéntate conmigo y juega conmigo." Mientras tanto los trastes están sucios en el sink y el piso de la casa cubierto de comida y plastilina Play-Do. Y no acaba hasta la hora de la siesta, entonces descanso y queda en silencio.
¡Y respiro!
Me pongo a pensar lo que tuvimos esta mañana. Les grité a mis hijos y me frustré cuando no hacían los que yo les pedía, y cuando lo pedía, me tomé dos tazas de café antes de mediodía, ¿afectará eso mi leche materna?, ¿Lo estoy haciendo bien? No me siento como si lo estuviera, me siento como que no tuviera la suficiente energía o estabilidad emocional para intentar con mayor empeño. Apenas lo logre. Unas horas más hasta que su papá llegue a casa, y podré descansar. Y después una hora para poder dormir. "Puedo hacerlo, solo una taza más de café", me digo a mi misma.
¡Luego pienso!
Si tan solo pudiera ir a la tienda, sola a la tienda, entonces podría lidiar con todo eso. Si tan solo pudiera hacerme una pedicura, o salir con mis amigas, o incluso si pudiera trabajar unas horas a la semana para distraerme y hacer algo para mí. ESCAPE. Eso solucionaría este problema, ¿verdad? Entonces sería feliz, entonces tendría suficiente paciencia para mis hijos. Si me cuido a mi primero, entonces sería capaz de cuidarlos, autocuidado, ¿no?
Suena bien al menos. Suena satisfactorio, suena agradable el darme a mi algo, cuando todo lo que hago es dar a todos los demás. Abro la aplicación de la Biblia en mi teléfono, agarro mi diario y mi pluma favorita. Y me siento, ahí, en silencio, y oro. ¿Qué hago, Jesús, cuando estoy cansada? Cuando me estreso por todas las pequeñas cosas que tengo que hacer, para ser una buena madre. Cuando me siento abrumada por la presión de tener que hacer todo "bien".
¡Descanso!
Bueno eso es genial, pero apenas y duermo lo suficiente en la noche y no hay tiempo durante el día. Todavía tengo que preparar la cena, tomar un baño y bañar a los niños. Descansa en mí. Deja de esforzarte y descansa.
¡Pausa!
Okey. Entonces ¿dejo de echarle ganas a todo? ¿Dejo de tratar de ser perfecta? Solo estoy tratando de ser la mejor mamá que puedo ser, para mis hijos, para ti, para Jesús. - No quieres que trate lo mejor que pueda para que todos puedan ver como debe ser una buena cristiana.
¡Suspiro!
No, yo sé en mi corazón que eso no es verdad, sé que Él no me necesita. El no necesita mis débiles esfuerzos de perfección. Él es completamente perfecto tal como es. El no necesita mi vida para probarse a los demás. Él quiere mi corazón. Quiere amarme. Y desea que me detenga en este martirio que me causo yo misma, esta presión constante por ser algo que nunca fui diseñada para ser. No puedo fingir más el querer ser alguien que puede salir adelante en esta vida solo por mis propios esfuerzos.
Y más que nada, lo escucho decirme: "No necesitas otra taza de café, no necesitas más chocolate, no necesitas otro vestido nuevo, no necesitas ver y desear otras cosas para liberarte del estrés o llenar tu vacío. "Tú me necesitas a mí." Y así es, Lo necesito. Necesito encontrar mis fuerzas en el Señor cada día de mi vida. Necesito aprender a depender de Él y agradecerle a cada instante por darme la vida y por liberarme de mi pecado. Por salvarme y amarme aunque no lo merezco. Tengo que descansar, y también tengo que disfrutar de esta vida porque Él ya ha derrotado al enemigo. No queda nada más para que yo haga, sino compartir esta esperanza que tengo.
¡Alivio!
La presión, el estrés, se van alejando, se deshacen. Ya no necesito que tengo que aferrarme a mi vida antes que se me resbale entre los dedos. Ya no tengo que ir caminando sintiéndome vencida y vacía. Porque no importa lo que mis niños hagan, no importa como falle, no importa como intente vivir bajo los estándares de lo que es ser una buena madre. Él me sostiene. No le interesa nada de esas cosas, a mi Señor lo que le interesa es que yo reconozca su misericordia, su bondad, todos los dones que me ha dado, que me da y que los disfrute y los comparta con otros. Así puedo disfrutar de una buena taza de café, y disfrutar de algo de tiempo con las muchachas, o una noche fuera. Pero no necesito escapar de mi vida, de mi realidad.
Qué gozo tan grande el estar solamente con mis hijos y verlos crecer, y entregarme a ellos y a todos a mi alrededor con un poco más de su Gracia cada día porque así es precisamente como Él me ha hecho y quiere que sea.
Y luego me pongo a pensar, ¿qué puedo hacer para poder dar más? ¿Cómo puedo compartir esto? Puedo empezar con las madres de familia que se sienten como yo. Amarlas, animarlas, pero no como una obligación para ser mejores, o para esforzarse más, sino en agradecimiento por lo que ahora reconozco que el Señor nos ha entregado, y puedo hacerlo estando segura de ello en Cristo para así poder compartir de forma desinteresada y con amor.
Cuando entregamos nuestras vidas, entonces estamos satisfechas. El gozo y contentamiento llegan a nuestra vida cuando menos lo esperamos. Este se encuentra al vaciar nuestros corazones y nuestras vidas en el amor de Cristo que se encuentra dentro de nosotros, y es así como verdaderamente nos convertimos en las madres y las personas que queremos ser, y que desde el principio Dios quiso que seamos.