Como usamos nuestra lengua

02.03.2018

Según estudios las mujeres hablan 3 veces más que los hombres, la palabra de Dios dice que, "en las muchas palabras no falta pecado" (Proverbios 10:19), con esto no quiero decir que los hombres no pecan en su hablar. Pero nos centraremos en nosotras como mujeres y reflexionaremos lo que su palabra dice acerca de cómo debemos de ser sabias en nuestra forma de hablar.

Es tan fácil caer en el pecado de la lengua, usted me puede decir que no tiene ese problema, pero Santiago 2:2 dice "Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo." Es muy fácil involucrarnos en chismes, hablar mal de alguien, contestar de manera incorrecta o hiriente. ¿Cuántas veces no nos hemos arrepentido al responder de una forma ofensiva cuando estamos airadas? ¿Cuántas veces nos hemos arrepentido de gritarle a nuestros hijos o contestarle mal a tu esposo, por tener un día difícil y cansado?, ¿Cuántas veces se nos escapa una crítica hacia otra hermana?

Pensemos en la última plática que tuvimos con alguna hermana en Cristo o con algún familiar, y meditemos cuántas palabras de bendición salieron de nuestra boca en esa conversación y cuántas de maldición, y al decir maldición no me refiero a decir groserías, sino todas aquellas palabras que no fueron edificantes para la otra persona. Es triste pensar que la mayoría de veces salen de nuestra boca más chismes que palabras de bendición, más plática de nuestra vida que de palabra de Dios.

La lengua es un veneno mortal, "pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal" Stg.3.8. Entonces ¿Cómo podremos frenar nuestra lengua? Para nosotros es ¡imposible! Pero para CRISTO ¡NO! ÉL nos ha sido hecho por Dios SABIDURÍA (1 Cor. 1:30). En proverbios 7-8 dice esto de la sabiduría: "Porque mi boca hablará verdad, y la impiedad abominan mis labios. Justas son todas las razones de mi boca; No hay en ellas cosa perversa ni torcida". Si actuamos y hablamos con sabiduría, de nuestros labios saldrán pura bendición, y siendo Cristo nuestra sabiduría sí podemos controlarla.

Qué frustrante sería quedarnos solamente con el verso de Santiago 3:8, pero qué reconfortante es saber que Cristo es nuestra sabiduría y que si tenemos falta de sabiduría podemos pedírsela y solo Él no las dará, abundantemente y sin reproche (Santiago 1:5).

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